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Belvís

Belvís
Seminario Menor de la Asunción - Santiago

domingo, 8 de junio de 2014

Saludos a todos.Ahí os dejo mi último artículo:
LA VIDA SIGUE IGUAL
Hablando de lo importante, así es. Ya sea por que-los que tienen el poder- “no se quieren enterar” que deben usarlo buscando el bien común, ya sea por que los intereses de grupo encuentran la inconsciente colaboración de quienes gustarían de estar en la misma situación de predominio para obtener sus mismas ventajas; o que-adormecidos por la palabrería anestesiante de la publicidad persistente-se dejan convencer de lo que carece de una mínima consistencia intelectual y eficiencia social.
Oigo machaconamente a los sostenedores-de hecho-del “régimen” decir a los que consideran sus “contrincantes”: “si queréis cambiar esto o lo otro ganad las elecciones”-desde la convicción de que no van a conseguirlo. Lo que no confiesan, ni a sí mismos, es el motivo: la ventaja abismal de su punto de partida. ¿Cómo van a llegar a las mentes de sus conciudadanos quienes tienen algo nuevo que decir si todo se confabula para evitarlo? Si antes de las elecciones se da cancha a los partidos “tradicionales”–por el mero hecho de serlo. Si cuando-como concesión generosa-otorgan a los emergentes en una televisión privada una mínima atención y-en lugar de preguntarles por sus ideas-se pasan tres cuartas partes de la sesión examinándoles de “cultura” europea o tocando cuestiones periféricas, ¿quieren mantener que nos están abriendo cauces para conocer por qué hay quienes desean cambiar las cosas que no van bien para la generalidad? A “los de siempre” los conocemos, al menos, por sus hechos. Lo que necesitamos los ciudadanos de a pié es que los que aspiran a cambiar la situación tengan la posibilidad de-en debates abiertos y en condiciones de igualdad-discutirle al Poder lo que consideran que hace mal ( y cuando digo Poder, me refiero al político económico y social); y tener la ocasión de contrastar sus propuestas ante la opinión pública sin tener que ser espectadores silenciados de la interpretación interesada (en tertulias múltiples) que otros hacen del propio pensamiento; y sin que, además, tengan capacidad para la réplica. Con tales comportamientos no hay manera de culturizarnos políticamente. Y así, decir que estamos en una democracia transparente y justa, deviene en una distorsión del lenguaje.
¿Han calculado las horas que lleva  el poder tratando de convencernos de las excelencias de la institución monárquica o de lo beneficiosa que es para el interés general? Se trata de crear “imagen” con la artillería pesada de la propaganda-no con argumentos-para apuntalar una institución que algunos consideran fundamental para la “cohesión” de la patria. Pues miren: no quiero fundar la estabilidad de mi país en una mentira. Por que eso es todo lo que se monta con “imagen”. ¿Cómo se puede sostener, sin ruborizarse, que es saludable una institución a la que hay que escribirle sus discursos, decirle lo que tiene que hacer, lo que debe callar, cómo debe vestir, qué tiene que ocultar?. ¿Es que nadie quiere ver que tal papel no es digno ni para la persona que lo encarna? Un “correveydile” del gobierno de turno ¿puede ser árbitro de algo? Quien-por haber nacido en el seno de una familia determinada-tiene garantizado no solo el sustento sino, además, se le supone la inteligencia y la sabiduría que se requiere para la supuesta función ¿no resulta el hecho un absurdo lógico y una concepción política aberrante? ¿No implica creerle dotado de una protección divina especial incluso en aquellos casos en que el rey resultó ser un imbécil? ( y no se trata de un insulto sino de hechos históricos constatados.) ¿No implica la realeza creer en una doctrina que, por fortuna, hace siglos hemos dejado atrás? (¿o no?)
La estabilidad y cohesión no se puede fundar en una “imagen” sino en leyes que busquen el bien general, en comportamientos que vayan en la misma dirección, en una judicatura que persiga la verdad; en la supresión del caciquismo, las conductas nepóticas o corruptas allí donde las haya; en la transparencia del ejercicio de los poderes públicos y privados, en el control de sus servidores por parte de los ciudadanos-bien mediante tribunales populares extraparlamentarios representativos bien por acción directa(referéndum)-según los casos; en el compromiso de los privilegiados-lo sean por las leyes o por la naturaleza condicionada-con el interés general; por la colaboración de las empresas, la ciencia y de los funcionarios para beneficio de todos; en el fomento del compromiso con el gobierno de la nación del conjunto de sus mandantes. Esa colaboración que se teme cuando se llega al poder y que, sin embargo, da verdadera solidez a la vida real si se induce al votante a pensar, a participar; a controlar los impulsos egoístas, a mirar más allá de su yo y su familia- desde la certeza de que  así ganamos todos en felicidad individual y colectiva…Pero para que esto sea posible hace falta: una nueva actitud ética, convicción y voluntad política-que no hay. Por eso digo lo de la canción: la vida  sigue igual.Andrés L. Amboage


1 comentario:

  1. ...y, tal vez, siga igual durante mucho tiempo. Ya Cicerón lo decía en sus Catilinarias, y, aún Catilina sigue rondando por este mundo incorregible.
    En fin, a nosotros nos toca aportar el grano aunque lo coman en el granero.
    Un afectuoso saludo, Andrés.
    Antonio Puertas

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