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Seminario Menor de la Asunción - Santiago

miércoles, 3 de marzo de 2010

A Voz nas pax.locais.En memoria de Manuel espiña(Rafael)

El padre Espiña deja un legado de defensa de las libertades
El sacerdote, que fue multado por usar el gallego en misa, ?era canónigo de la Colegiata, donde se celebrará un funeral.

(Carlos Fernández) Manuel Espiña Gamallo, conocido como el padre Espiña, falleció en Pontevedra, donde era atendido desde hace un par de años al encontrarse mal de salud y donde fue enterrado el pasado lunes.
Fue un ejemplo de sacerdote abierto, progresista, liberal, que durante los últimos años del franquismo padeció numerosas molestias por mantener esas ideas.
Una de las más curiosas sanciones que recibió fue la multa de 150.000 pesetas de un gobernador civil por pronunciar una homilía con diversas alusiones políticas a los fusilamientos de septiembre de 1975, que, en realidad, no pronunció con el sentido que se le quiso atribuir, aunque fue denunciado por dos militares que no habían asistido a dicha misa.
Para ayudarle a pagar esta multa, el pintor Luis Seoane le entregó un cuadro, que mostraba a un Cristo en aptitud de ser fusilado en la cruz y que, una vez solventado aquel enojoso trámite, colgó en el dormitorio de su vivienda. El propio Seoane, en la sección dominical que tenía en La Voz, titulada Figuracións, escribió: «Manoel Espiña é un cristián. Por esto sintese xunguido, en comunión, co seu pobo».
Espiña, nacido en 1933 en la parroquia de Santa María de Folgoso, municipio de Cerdedo (Pontevedra), residió en A Coruña desde 1965 y fue uno de los primeros sacerdotes que en aquellos años comenzaron a oficiar misas en gallego y a escribir en periódicos y revistas en la misma lengua. En 1969 fue distinguido con el del Pedrón de Ouro, por su labor de traducción a nuestro idioma de los evangelios, del misal y de otros textos religiosos.
Sus comentarios en La Voz, dentro de la sección Outeiro de San Xusto, comenzaron en 1971 y eran de los más leídos, pues en ellos siempre se abogaba por abrir cauces de libertad y democracia tanto en la Iglesia como en la política española.
Espiña, como profesor de la Escuela de Magisterio y como director del Centro de Nuevas Profesiones, siempre estuvo vinculado a la enseñanza y en contacto con la juventud. Creó también la comunidad Home Novo, la Cooperativa de Libros Codeli y fue consiliario de los maestros y de la Cruz Roja, así como canónigo de la Colegiata.
Pendiente del arzobispo
Precisamente en la Colegiata está previsto celebrar un funeral por el fallecido, si bien lo oficiaría el arzobispo, Julián Barrio, que está en Roma.
El aspecto físico de Espiña era como el humano, beatífico y paternal, siempre con la sonrisa en el rostro y una buena palabra en los labios.
Cuando en el verano de 1974 bendijo la sede de la Cruz Roja del Mar, en el dique de abrigo, asistió el Caudillo, que se dignó besar su mano. Espiña recuerda que le dio compasión al ver su estado físico. «Si fuera un familiar suyo -pensó- haría lo imposible por conseguir que se retirase».
También le dio lástima al sacerdote la última enfermedad del jefe del Estado, al verlo sometido a un auténtico martirio, lleno de cables y aparatos por todos los sitios.
Un drama que le afectó especialmente a Espiña fue la emigración gallega a ultramar, que conoció de primera mano a comienzo de los años 70, cuando fue invitado de honor de los gallegos de Argentina y Uruguay.
Uno de los temas predilectos del padre Espiña era que A Coruña fuese sede de un obispado, lo cual le valió críticas de diócesis limítrofes, como la de monseñor Rouco.
En cambio, el cardenal Quiroga Palacios siempre lo vio con simpatía. Incluso en 1966 habló con Espiña, prometiéndole llevar el caso a Madrid. Allí le dijeron que dónde iba a residir el obispo, pues en A Coruña no había palacio episcopal, dándole largas al asunto hasta que, en 1971, falleció el cardenal.

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