D.E.P. o meu canciño, que afogou nas augas do meu pobo por causa dunha racha de vento. Xa vos avisarei cando sexa á sua misa cantada.
BONI
Mirada triste de grato recuerdo,
de piel canela, mi fiel compañero,
orejas gachas, colgantes de pelo,
cojeando enclenque, sin rabo y tuerto.
Guardián de mi casa, temible guerrero,
tumbado en sus sueños allí yo te veo,
a pié de una cuna con su gran esmero,
de ojo avizor… y, siempre, al acecho.
Rugido callado de afónico trueno,
raudo ladrido, timbrando el cartero.
Enana figura ante el “butanero”,
que aguarda estático, por si acaso, al verlo.
Desconoce el peligro, sonriendo primero…
Desprecia los genes, de quien fuera el más fiero
descendiente de lobos de aquel macho ibérico,
que, de ser preciso, arrancaría sus huevos.
Alerta su oído, entre sueño y sueño,
cual antiguo sereno, vigilante en celo,
alertando que un niño despierta del sueño;
asorda el pasillo, alarmando a su dueño.
Se fue como vino, sin romper su misterio,
obstinado caniche que ladra en silencio
al viento que un día lo arrojó en invierno
a las gélidas aguas del mar de mi pueblo.
Catorce tacos de almanaque cumplías.
Muchos tacos para perro de pocos dueños,
que, cuidarte, en llegando, prometieron.
En paz descansa con ladridos de silencio.
Y el viento abusón, de tu peso ligero,
te arrojó a la tumba de un cementerio.
En las gélidas aguas descansan tus restos,
con vaivenes de mar que acunan tu sueño.
Una misa cantada fue mi juramento,
de aquel gélido día de tan crudo invierno.
Cada año que pasa, rememoro el momento,
te recuerdo, aliviado, de tan duro tormento.
Antonio Puertas
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