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Belvís

Belvís
Seminario Menor de la Asunción - Santiago

sábado, 9 de enero de 2010

OS MEUS CONTOS

...A cordura total non existe...como tampouco hai duas gotas iguais de auga,nin dos pensamentos semellantes,nin duas voces calcadas,nin duas hüellas ou dous pesoaxes idénticos neste mundo facundo...Así que,no medio deste revoltixo no que estamos inmersos,poñovos un contiño de Reis,coa a frase que o noso Deus escribe:


TE QUIERO


Aquella mañana, se despertó muy temprano, como queriendo no molestar. Apenas había dormido y la noche se hacía interminable. No estaba seguro de si estaba soñando o estaba despierto, porque su mente de niño apenas discernía lo real de lo imaginario.
En medio de una nebulosa blanquecina que envolvía su cuarto, estaba viendo a una inmensa comitiva de doncellas y pajes, ricamente ataviados, precedidos en sus carrozas por tres majestuosos personajes reales que, como sacados de un cuento de hadas, lentamente, cabalgaban por todo lo largo de un suburbio barriobajero, lugar donde estaba situada su humilde chavola, hecha con cascotes de madera carcomida y paja ennegrecida por la inclemencia de los elementos y la humedad del lugar.
Sonrientes, se iban acercando al muchacho, a la vez que alargaban sus reales manos para ofrecer algo que el niño no podía distinguir claramente. Sabía, sin embargo, que tenía que ser sumamente importante para él por el modo y manera con que querían entregárselo.
La ansiedad del muchacho le impedía moverse y una fuerza superior le sujetaba con fuerza . Aturdido por aquella escenificación, “ cuasi “ mágica , hizo que su tierno corazón palpitara con fuerza, contradiciendo el inmovilismo que mostraba en ese momento.
A duras penas, aquellos ancianos barbudos, pudieron cumplir su misión, a pesar de la magia que, supuestamente, les precedía y, finalmente, encima de unas viejas botitas de plástico, dejaron un sobre y se disiparon en la noche estrellada, confundiéndose cada uno de ellos, con en cuerpo celeste que en su espacio infinito, les tocó en suerte ocupar por la eternidad.
Apresurado y nervioso, abrió el muchacho la misiva que llevaba su nombre escrito y dentro iban dos corazones dibujados en tinta roja unidos por una frase que decía: TE QUIERO.

Antonio Puertas

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